La publicación de este extenso libro constituye un evento en la historia de la arqueología argentina. Si bien existen contribuciones sobre este sitio publicadas al menos desde 1996, la presentación conjunta –y puesta al día– de toda la evidencia es muy importante. Dado que hay 26 investigadores implicados –dos de ellos, distinguidos comentaristas externos–, esta reseña no hará referencias a autores específicos. Piedra Museo ofrece una de las mejores evidencias detalladamente publicadas de ocupación finipleistocena en Sudamérica. El libro está muy bien organizado e ilustrado y no omite los toques personales, que ayudan a comprender la historia de la investigación. Presenta capítulos sobre geología, geoarqueología, palinología, cronología, paleontología, zooarqueología (incluyendo uno especial sobre Rheidae); además de estudios de diatomeas, isótopos estables, representaciones rupestres, materiales líticos (con capítulos sobre organización de la tecnología lítica, estudios traceológicos y análisis de diseños), estudios comparativos en escala continental y consideraciones patrimoniales. El volumen contiene mucho más que la evaluación del sitio, pues varios de los capítulos presentan información acerca de toda la Patagonia.

Pocos de los arqueólogos que están casi exclusivamente enfocados en el poblamiento antiguo –trabajos en los que prevalece la información confirmatoria– dejaron de citar la fecha de 12.800 años AP, la más antigua obtenida en el sitio. Aunque por razones formacionales los autores sugieren que los fechados de la unidad inferior deben considerarse mínimos, importa saber que los excavadores adecuadamente la tratan como un outlier. Esto ayuda a combatir la percepción de que el valor de Piedra Museo está en la edad de las ocupaciones. En realidad, su relevancia deriva de la calidad de los datos y la prolija presentación y discusión de resultados. Por el momento, su cronología es apenas distinguible de la de los demás sitios antiguos del Macizo del Deseado, o aún del resto de Patagonia meridional. Pero nuestra comprensión del poblamiento temprano no mejora con ambigüedades, sino con información trabajada y replicable. Piedra Museo sigue informando acerca del primer poblamiento americano en general y sus evidencias son materia prima requerida para cualquier discusión del tema. La información temprana considera dos contextos, el más antiguo de los cuales es asociado con la exploración regional, y el más reciente, con la reutilización del sitio en un marco de consolidación espacial, seguido por un abandono de más de 1000 años. La diferenciación de dos momentos tempranos informa acerca de trayectorias en el corto plazo, no siempre presentes en otros sitios. Esta es una particularidad disfrutable de este sitio, que completa un cuadro totalmente coherente con los resultados obtenidos en otras regiones australes de la Patagonia y apuntala un modelo de dispersión humana gradual a través de los espacios patagónicos.

La discusión contextual de la información arqueológica es otra virtud del libro. El entretejido de las distintas líneas de evidencia –que no está exclusivamente concentrado en el último capítulo– es el que asegura discusiones ricas y problemas claros. En dicho plano, los materiales recuperados en Piedra Museo indican la relevancia y credibilidad de la evidencia. Sin dudas, casi diría “como corresponde”, podríamos discutir detalles de alguna interpretación, pero no el alcance de los hallazgos.

Otro aspecto muy positivo debe ser destacado: se trata de la presentación de un sitio crucial, considerando sus vaivenes formacionales. Contra lo que muchas veces se cree, el hallazgo de problemas formacionales en un sitio o localidad no atenta contra su credibilidad. Lo que en realidad hace es aumentarla. Los sitios más sospechosos son aquellos para los que no se reconocen problemas formacionales; o sea, aquellos para los que aún no se ha reconocido cuáles son los problemas. Debido a que todos los materiales arqueológicos han sufrido los embates del tiempo, el reconocimiento y estudio de estas transformaciones es, sin dudas, básico para entrar con sustento al campo interpretativo. Esto ha sido logrado para Piedra Museo. Un ejemplo es el estudio de las diatomeas y la aún incierta cronología del paleolago identificado en las cercanías del sitio. La importancia de este paleolago en la interpretación de las ocupaciones es crucial. Se comunica con claridad el esfuerzo de investigación destinado a la evaluación de estos temas, así como los resultados, aunque no sean los esperados. Esta es una sana práctica que valoriza el trabajo.

Entre las muchas conclusiones y propuestas, vale la pena repetir algunas, debido a su alcance para futuras discusiones. Se informa que, al menos, una de las puntas comúnmente denominadas cola de pescado no fue usada como arma arrojadiza, sino de contacto, lo que sugiere la consideración de alternativas tácticas ante la tendencia a asociarlas con caza de megafauna. En un plano más general, es muy interesante que, dados los diversos modelos de poblamiento patagónico existentes, los autores mencionan que los recursos del océano –que no están representados en el sitio– no estaban al alcance inmediato de los ocupantes. Finalmente, la presentación de las representaciones rupestres comenta y discute las famosas pisadas de caballo –que han sido interpretadas alternativamente como de caballo fósil o europeo y también como laberintos–. Podría seguir mencionando temas importantes presentados y tratados en este libro, pero confío en que lo que ya escribí alcance tanto para reflejar mi admiración por esta obra como para rápidamente motivar a otros lectores.

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https://link.springer.com/book/10.1007/978-3-030-92503-1 (html)