Reseñas de libro

NÓMADAS MARINOS EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LOS CHONOS (PATAGONIA SEPTENTRIONAL)

Dominique Legoupil
Directrice de Recherche émérite, Francia

NÓMADAS MARINOS EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LOS CHONOS (PATAGONIA SEPTENTRIONAL)

Intersecciones en Antropología, vol. 23, núm. 1, pp. 173-175, 2022

Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Resumen: Reseña del libro de Omar Reyes Báez, Navegando en los canales patagónicos. Arqueología de los grupos canoeros del archipiélago de los Chonos (43°-47°). Colección Poblamiento Humano de Fuego-Patagonia. Editorial de la Universidad de Magallanes, 2021. 355 pp. ISBN 978-956-6147-03-9.

La obra de O. Reyes constituye una síntesis fundamental del poblamiento marítimo de la región que se extiende en casi 4° de latitud a lo largo de la costa del Pacífico, entre Chiloé, al norte, y el golfo de Penas, al sur.

Tras destacar el problema del origen de la adaptación marítima en los archipiélagos patagónico y fueguino y sus diferentes formas, Reyes define su área de estudio (el archipiélago de los Chonos) dividida en cinco zonas principales. A continuación, discute sus características geográficas y geomorfológicas, así como también sus condiciones climáticas, faunísticas y vegetales (cap. II).

En el capítulo III se presentan los documentos disponibles para la región y sus alrededores. Se observa que la información etnográfica –muy rica en la zona austral a finales del siglo XIX y principios del XX– es escasa en lo que respecta a los grupos del archipiélago de los Chonos, rápidamente absorbidos por la colonización de Chiloé a partir de los siglos XVII y XVIII. Igualmente, la investigación arqueológica –muy desarrollada desde hace más de un siglo en el extremo sur– es bastante tardía en las islas septentrionales.

Este trabajo se basa principalmente en los datos arqueológicos disponibles en este archipiélago: tanto trabajos de campo como estudios de colecciones (cap. IV). Incluye sitios ya excavados, principalmente en los años 1980/2000 (Curry, Ocampo, Porter, etc.), que en ocasiones fueron reestudiados in situ por Reyes, y nuevos análisis sobre los restos humanos depositados en varias instituciones chilenas. Pero sobre todo, incluye sitios que fueron descubiertos, excavados y estudiados en los últimos doce años por el autor, gracias a varios programas de investigación. Este trabajo de campo se llevó a cabo mediante sondeos de barreno o en columnas, pequeñas excavaciones, limpieza y observaciones de perfiles erosionados, además de la recolección de vestigios dispersos por la zona intermareal. Los resultados, inéditos o ya publicados por el autor, están sintetizados aquí.

El capítulo V presenta 77 sitios, de los cuales 52 son precontacto, y 25, poscontacto. Se componen de cuatro suelos orgánicos con restos de industria lítica en estratigrafía, pero sin conchas o huesos; 11 depósitos de vestigios de industria lítica recuperados en el intermareal, tras la erosión de los sitios; 32 conchales precontacto, considerados mayoritariamente como campamentos residenciales (lo que parece la norma para grupos nómades familiares); un sitio especializado (un avistadero en la isla Solitaria); cuatro corrales de pesca; un sendero; y 25 cholgueros poscontacto que presentan poco interés para la reconstrucción del modo de vida de los cazadores-recolectores de la región, pero cuya observación permite discutir las variaciones de los niveles marinos y la tectónica local.

Además, están presentados 22 sitios fúnebres (individuales o colectivos), constituidos por nueve inhumaciones en conchales y 13 osarios en abrigos rocosos, que representan 197 individuos (Tabla 10).

Muchos de los sitios fueron fechados gracias a 88 dataciones (Tabla 1), lo que constituye un documento valioso para entender el poblamiento de este archipiélago.

A continuación, en la rica discusión del capítulo VI (casi 70 páginas), Reyes analiza la situación de los sitios en función de los factores paleoambientales y geomorfológicos. Él observa que la elección de los lugares de campamento depende de su accesibilidad en canoa, y que la posición actual de los sitios está ligada a las variaciones de altura de la línea de costa que resulta de la combinación de las variaciones del nivel del mar y de la tectónica. Así, la mayoría de los sitios del Holoceno medio se sitúan entre 4 y 6 msnm, mientras que los del Holoceno tardío se encuentran generalmente a menos de 2 msnm (algunos incluso están erosionados o en curso de hundimiento).

Solo los sitios fúnebres en abrigo rocoso se encuentran a una altitud un poco superior y a una cierta distancia de la costa. La mayoría fueron saqueados por pescadores o removidos por peritajes judiciales. Los restos humanos de 38 individuos están fechados y fueron objeto de análisis isotópicos. Se destaca el carácter marino de la dieta, particularmente de los individuos anteriores al contacto, mientras que posteriormente se nota el impacto del consumo de animales y plantas domésticas, tal vez vinculado a las relaciones con los colonos de Chiloé o con los huilliches instalados en esta gran isla.

La dieta básicamente marina de estos grupos también está evidenciada por los restos faunísticos encontrados en algunos sitios. Su estudio es difícil en los sitios tempranos donde las conchas y los restos óseos están mal conservados. Sin embargo, para los últimos tres milenios se puede notar el consumo de mariscos en grandes conchales. En algunos, ocho columnas de muestreos que representan un millar de restos fueron analizadas por Reyes y sus colaboradores (San Román, Torres...). Así se puede observar la importancia de la pesca costera (róbalo y jurel) y, en un caso, la pesca pelágica en la sierra. La caza de aves se centraría principalmente en los patos, los cormoranes y las fardelas. Por otro lado, los mamíferos son bastante escasos. Entre los mamíferos terrestres, solo se observan restos de coipos y nutrias (cuya caza no estaba necesariamente destinada a la alimentación), y algunos huesos de pudúes y huemules, testigos de la movilidad de estos grupos entre la costa continental y las islas. Se nota la escasez de restos de mamíferos marinos, y en particular de otáridos, cuya caza era tan importante entre los grupos canoeros del sur. No sabemos si el autor considera que esto corresponde a una elección deliberada, a la escasez de pinnípedos en esta región en este periodo, a la especialización económica de los sitios estudiados o a una simple insuficiencia numérica del corpus considerado. Hay que esperar que el desarrollo de la investigación arqueológica en esta región aporte más información sobre este punto en el futuro.

También, el autor presenta el equipamiento técnico de los chonos, a partir del estudio de un millar de vestigios procedentes de 18 sitios que cubren toda la cronología; no obstante, el 85% proviene de dos sitios principales: uno en la isla Guaiteca y el otro en la zona intermareal de un sitio erosionado en la isla Goñi.

Entre la docena de tipos de armas y herramientas líticas registradas a lo largo de casi toda la secuencia cronológica, se nota una serie de "pesas de red" (¿o de línea?) –evidencia de la pesca– así como también numerosas hachas y/o cuñas asociadas al trabajo de la madera o la corteza. Unas 50 puntas líticas bifaciales, algunas lanceoladas, fueron encontradas en varios sitios, en particular en las islas Guaiteca y Goñi. Estas puntas representan uno de los vestigios más comunes entre los cazadores-recolectores, y son a menudo utilizadas en la definición de facies culturales. Reyes destaca sus características generales, similares a las de varias puntas de la zona de Chiloé/Puerto Montt. Por otro lado, él analiza la amplia distribución de los artefactos de obsidiana del volcán Chaitén, que constituye un buen índice de movilidad de estos grupos por todo el archipiélago.

Se nota la escasez de las herramientas de hueso (solo un punzón de hueso de ave y un adorno colgante de hueso de mamífero). Esto podría explicarse por la mala conservación de los materiales óseos, ya observada para la fauna en los sitios tempranos. Sin embargo, es menos comprensible en los sitios tardíos, que son más numerosos. En particular, no se observa ningún arpón de hueso, tan frecuente en el sur, lo que podría estar ligado a la escasez de restos de caza de mamíferos marinos. Asimismo, observamos la ausencia de cuñas de hueso, muy frecuentes en la zona sur, lo que se podría explicar por su sustitución por hachas o cuñas de piedra.

Finalmente, Reyes nota que el bajo número de sitios a lo largo de los 567 km de costa explorados evidencia una baja densidad de población. Uno solo, fechado entre 6200 y 5500 cal. BP (GUA-010), representaría la fase exploratoria de poblamiento en la zona (sensu Borrero, 1994-1995), mientras que otros tres, fechados en 3200/4500 cal. BP (Gran Guaiteca 2; Posa las Conchillas y Canal Darwin 2), representarían la fase de colonización (sensu Borrero, 1994-1995). Todos los otros sitios, que representan la fase de estabilización, están fechados en nuestra era o un poco antes. La interpretación resulta interesante, incluso si no se pueden excluir sesgos debidos a la conservación y a la visibilidad diferenciales de los sitios. ¿Cuántos sitios tardíos seguirán siendo visibles dentro de 4000 años?

Esto nos lleva a cuestionar el rol del archipiélago de los Chonos en el origen de la adaptación marítima observada en Patagonia austral y Tierra del Fuego, hace más de 6500 años. Todavía no se sabe si resulta de la adaptación de cazadores terrestres que llegaron al extremo de América del Sur por las estepas atlánticas o de la lenta progresión del hombre por la vía costera del Pacífico, desde el estrecho de Bering hasta el Cabo de Hornos. A pesar de los esfuerzos pioneros de Reyes, falta todavía la prueba de una vía marítima de más de 6500 años en los archipiélagos oeste y norte de Patagonia. Por eso, será esencial seguir investigando en esta vasta región de difícil acceso y turbulenta historia geológica.

En conclusión, este libro es el más rico y completo sobre el poblamiento del archipiélago de los Chonos, región poco conocida hasta ahora. Constituye una obra magistral, que combina útilmente los métodos inductivo y deductivo, gracias a la gran cantidad de datos concretos que apoyan las hipótesis. Será desde ahora indispensable para todos los profesionales y estudiantes interesados en trabajar sobre el poblamiento marítimo del extremo de América del Sur.

REFERENCIAS

Borrero, L. A. (1994-1995). Arqueología de la Patagonia. Palimpsesto, 4, 9-69.

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