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La quebrada de Miriguaca: una historia del habitar en los últimos 4000 años (Antofagasta de la Sierra, Provincia de Catamarca)

The Miriguaca gorge: a history of dwelling over the last 4000 years in Antofagasta de la Sierra, Catamarca Province

Leticia Gasparotti
Instituto Regional de Estudios Sociales (IRES), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca (UNCA)., Argentina
Natalia Sentinelli
IRES, CONICET. Escuela de Arqueología, UNCA., Argentina
Lorena Grana
Instituto de Datación y Arqueometría (InDyA). CONICET-Universidad Nacional de Jujuy (UNJu). Facultad de Ciencias Agrarias, UNJu., Argentina
Victoria Arévalo
IRES, CONICET. Facultad de Tecnología y Ciencias Aplicadas, UNCA., Argentina
Marianela Gamboa
Instituto Regional de Estudios Sociales (IRES), CONICET., Argentina
Jennifer Grant
Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), CONICET., Argentina
Alejandra Elías
Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), CONICET., Argentina
Gustavo Spadoni
Instituto de Datación y Arqueometría (InDyA), CONICET-UNJu. Av. Martijena S/N. Centro de Desarrollo Tecnológico General Savio., Argentina
Salomón Hocsman
Grupo de investigación en Arqueología Andina (ARQAND). Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, UNT., Argentina

La quebrada de Miriguaca: una historia del habitar en los últimos 4000 años (Antofagasta de la Sierra, Provincia de Catamarca)

Intersecciones en Antropología, vol. 23, núm. 2, pp. 243-260, 2022

Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Recepción: 10 Marzo 2022

Aprobación: 01 Agosto 2022

Resumen: Presentamos una historización de las formas en que fue habitada, vivida y construida la quebrada de Miriguaca (puna meridional) en los últimos 4000 años. A partir de la sistematización de los datos generados durante más de 14 años, y con el aporte de resultados de análisis inéditos, integramos diversas líneas de evidencias y perspectivas metodológicas con el fin de abordar los modos de habitar y construir el paisaje de la quebrada a lo largo de diferentes momentos de la historia del área. Además, exploramos el rol de este espacio en el entramado social regional, poniendo en relación las continuidades y rupturas en las prácticas del habitar Miriguaca con los modelos y las evidencias arqueológicas de otras quebradas de la cuenca de Antofagasta de la Sierra. Las evidencias permiten visualizar distintas formas de habitar la quebrada, entre las cuales se establecieron relaciones sincrónicas y diacrónicas, a veces congruentes, al articularse diversas funcionalidades y momentos en símiles elecciones arquitectónicas y de localización, que generaron lugares persistentes del habitar. En otros casos, se registran discontinuidades y diferencias marcadas en las formas de construir los paisajes, que refieren a situaciones de discordancia y contrapunto entre distintas maneras de habitar un mismo espacio.

Palabras clave: Paisaje, Puna meridional, Modos de habitar.

Abstract: This article historizes the means by which the Miriguaca Valley in the southern Puna was dwelt in, lived in, and built on during the last 4000 years. Based on a systematization of data generated for more than 14 years, including previously unpublished analyses, various lines of evidence and methodologies are integrated to address how the valley’s landscape was dwelt in and built upon at different moments in the history of the area. Additionally, the role of this area in the social framework of the region is explored, comparing and contrasting continuities and ruptures in the dwelling practices within Miriguaca using models and archaeological evidence from other valleys from within the Antofagasta de la Sierra basin. This evidence enables the visualization of different ways of dwelling in the valley, including the establishment of synchronic and diachronic relationships – some of them congruent - which articulated various actions and moments that resulted in similar architectural and locational choices, thereby generating persistent places of dwelling. In other cases, marked discontinuities and differences were recorded in the construction of landscapes, leading to situations of discordance and counterpoint between the various ways of dwelling in the same space.

Keywords: Landscape, Southern Puna, Dwelling.

INTRODUCCIÓN

Las prácticas de las personas se inscriben en un espacio físico determinado, se superponen, lo cual resulta en un diálogo entre las múltiples generaciones que han construido sus mundos a través de actividades cotidianas situadas y conformando un paisaje en particular. Así, la quebrada de Miriguaca (Antofagasta de la Sierra, Catamarca) que hoy recorremos es el resultado de la cristalización (Ingold, 2000) de estas trayectorias a lo largo del tiempo.

Arqueológicamente, la quebrada de Miriguaca ha sido investigada de modo sistemático desde el año 2006, bajo la dirección de la Dra. Patricia Escola. El objetivo fue profundizar en las estrategias de uso del espacio y manejo de recursos en un amplio lapso (entre los inicios de la ocupación humana y los 700 años AP), para evaluar los alcances de los modelos de asentamiento/subsistencia propuestos para la cuenca de Antofagasta de la Sierra (Escola et al., 2013a, 2015; Martel y Escola, 2011). Desde ese momento, se identificaron más de 20 sitios arqueológicos, compuestos por estructuras a cielo abierto o asociadas a aleros, manifestaciones rupestres, estructuras agrícolas, o alguna combinación de estos elementos (Figura 1A).

A-Localización de la quebrada Miriguaca y sitios arqueológicos identificados. 1- Alero Sin Cabeza; 2- Las Juntas; 3- Las Escondidas; 4- Mercedes 1; 5- Alero La Pirca; 6- El Aprendiz; 7- Corral Chico; 8- La Playita; 9- Los Antiguos; 10- Los Tipitos; 11- Corral Quemado; 12- Peña Dávalos; 13- Puesto Dávalos; 14- Pirca 18; 15- Abra Tony; 16- Corral Alto; 17- El Suri; 18- Cueva Grande. B- Fechados radiocarbónicos calibrados para la quebrada de Miriguaca.[i]
Figura 1
A-Localización de la quebrada Miriguaca y sitios arqueológicos identificados. 1- Alero Sin Cabeza; 2- Las Juntas; 3- Las Escondidas; 4- Mercedes 1; 5- Alero La Pirca; 6- El Aprendiz; 7- Corral Chico; 8- La Playita; 9- Los Antiguos; 10- Los Tipitos; 11- Corral Quemado; 12- Peña Dávalos; 13- Puesto Dávalos; 14- Pirca 18; 15- Abra Tony; 16- Corral Alto; 17- El Suri; 18- Cueva Grande. B- Fechados radiocarbónicos calibrados para la quebrada de Miriguaca.[i]

A partir de los datos, ensayamos una historización de los modos de vida de los grupos que habitaron la región (Olivera y Vigliani, 2000-2002; Hocsman, 2006; Olivera, 2012; Hocsman y Babot, 2018). El enfoque sobre una de las quebradas subsidiarias de la cuenca permite abordar diacrónicamente los modos de habitar en una escala espacial restringida y comprender la construcción de este paisaje, en relación con el contexto regional.

Partimos de la idea de los paisajes en tanto taskscapes (Ingold, 1993), es decir, como escenarios en donde se desarrolla la vida social, pero que son construidos continuamente mediante acciones y relaciones sociales concretas (Ingold, 1993, 2000). Consideramos la quebrada de Miriguaca como resultado de prácticas situadas, de trayectorias y personas conectadas en el tiempo, en diálogo entre sí y con el ambiente, y que conforman un paisaje particular.

Una característica intrínseca del paisaje es su temporalidad. Debido a su solidez, sus rasgos permanecen disponibles tiempo después de que el movimiento que les dio origen haya cesado, lo que nos permite temporalizar las prácticas que lo fueron construyendo (Ingold, 1993). Veintitrés fechados radiocarbónicos asignados a diversos sitios arqueológicos (Figura 1B) permiten ordenar temporalmente los eventos de construcción del paisaje que abordamos, y pensar la quebrada como un espacio construido desde hace, al menos, 4000 años. Todas las cronologías mencionadas a lo largo del texto se estimaron en base a dataciones calibradas.

LA QUEBRADA DE MIRIGUACA

La cuenca de Antofagasta de la Sierra se localiza en la porción sur de la puna meridional, al noroeste de la provincia de Catamarca. Se conforma en base a la red hidrográfica del río Punilla, que cuenta entre sus tributarios los ríos Miriguaca, Las Pitas y Toconquis, y el arroyo de Curuto.

Arqueológicamente se ha considerado la cuenca como una microrregión (Aschero, 1988) y se la ha subdividido en tres unidades geoambientales a partir de la altitud, la flora, la fauna y otros recursos disponibles (Olivera, 2006). Estos sectores sirvieron como categorías dentro de las cuales analizar la variabilidad de las ocupaciones humanas. En este trabajo, abordamos a la cuenca en términos de un paisaje socialmente producido, habitado y significado en las relaciones entre las personas y los otros elementos de la naturaleza, y no solamente como un espacio con una serie de recursos a disposición de la acción humana (Acuto, 2013).

El río Miriguaca conforma una quebrada estrecha y protegida, con un curso de agua permanente con escasa variación anual, cuya cuenca de drenaje se extiende 131 km.. En la sección superior, se registran depósitos periglaciares y paleovalles, producto de distintas captaciones fluviales y los procesos de cambio climático (Tchilinguirian, 2008). Sobre los 4000 msnm, la quebrada conforma un cañadón angosto de ignimbritas, y ambas márgenes del río están cubiertas de material volcanoclástico producto de la acción fluvial y el intemperismo. En la cuenca inferior prevalecen unidades geomórficas asociadas a procesos de remoción en masa, pedimentación del material superficial y un avanzado desarrollo en la actividad fluvial.

Se han registrado tres fases paleohidrológicas en la región. Entre 7200 y 3500 años AP, las condiciones fueron predominantemente áridas, interrumpidas por breves pulsos de mayor humedad relativa, que se expresaron de manera diferencial en las subcuencas. Un testigo en el sector intermedio del río Miriguaca registra un paleosuelo mineral datado en ca. 6300 años AP, indicativo del desarrollo de planicies de inundación con condiciones litorales marginales, asociado a un pulso húmedo (Grana et al., 2016). Posteriormente, episodios de flujos de detritos y de barro con escaso desarrollo de trazas de raíces evidencian inestabilidad hídrica o una humedad muy escasa. Luego, entre ca. 3500-1600 años AP, se observa una mayor estabilidad en la disponibilidad de humedad en comparación con el período anterior. Los registros del río Miriguaca de este momento se componen de gravas bien estructuradas con diatomitas laminadas con materia orgánica (3200-1400 años AP). Pos-1400 años AP se evidencian procesos de erosión en toda la región. Particularmente en el río Miriguaca se observa una disección fluvial en la cuenca inferior y media, y se establece el actual nivel de base (Grana et al., 2016).

UNA HISTORIA DEL HABITAR

Las ocupaciones humanas en los paisajes antofagasteños comienzan con grupos cazadores-recolectores del Holoceno temprano (Martínez, 2014). Sin embargo, en la quebrada de Miriguaca, hasta el momento, las evidencias más antiguas corresponden a una serie de parapetos con material lítico diagnóstico, ubicados en la localidad de Las Juntas (Figura 1A), que permiten hipotetizar la implicación de este espacio como parte de un paisaje de caza posterior a los 4500 años AP.

La escasez de evidencias para el Holoceno temprano puede responder a razones metodológicas o deberse a la historia local de la quebrada. Por el momento, podemos comenzar el relato de los modos del habitar en Miriguaca durante el lapso conocido como Transición a la Producción de Alimentos, que comprende una trayectoria local de continuidades y cambios desde el modo de vida cazador-recolector a otro agropastoril (Hocsman, 2006; Aschero y Hocsman, 2011; Hocsman y Babot, 2018). Alrededor de los 5000 años AP, las evidencias de ocupación humana se incrementan, asociadas a una disminución de la movilidad residencial y cambios en la conformación de los asentamientos, el surgimiento de nuevas tecnologías y modificaciones en el uso de recursos simbólicos y rituales, interpretadas en el marco de una profundización de la diferenciación de identidades locales diversas al interior de la cuenca. Nuevas formas de concebir el espacio, en el marco de un sistema de asentamiento semisedentario organizado en torno de circuitos estacionales bien demarcados (Hocsman, 2006; Aschero y Hocsman, 2011), se vinculan con la aparición de indicadores de domesticación de plantas y animales desde los 5500 años AP, procesos que se consolidan plenamente hacia los 2100 años AP, y que generan un cambio en las pautas de organización social y política (Grant, 2014; Babot y Hocsman, 2018).

Hacia los 4000 años AP se registra la primera ocupación del sitio Alero Sin Cabeza (ASC) (Figura 1B). Es un reparo rocoso ubicado en el farallón de ignimbrita, con dos estructuras semicirculares de pirca en su interior y, frente a este, una gran roca ignimbrítica que cuenta con una cavidad (Escola et al., 2013b). En el alero principal se grabaron tres camélidos, cuyas características permiten asignarlos a modalidades estilísticas de la cuenca (Aschero, 2006). Dos de ellos corresponden a momentos transicionales, y el tercero, a la única evidencia de ocupación del sitio para el segundo milenio de la Era (Martel y Escola, 2011).

Desde el registro botánico, se destaca el empleo de combustibles locales, principalmente obtenidos de la recolección de leña muerta. El análisis antracológico indica que las ocupaciones cazadoras-recolectoras transicionales comienzan a ser relativamente más extendidas (incluso en invierno, registrado por la presencia de especies de leña empleadas en esta estación), lo que habría propiciado la recolección de leña en sectores algo más lejanos y de especies de menor calidad calórica pero más cercanas (Escola et al., 2013b).

El conjunto lítico registra una alta diversidad artefactual (22 grupos tipológicos) que permite postular el desarrollo de diversas actividades (Spadoni, 2020). Las puntas de proyectil están confeccionadas mediante talla bifacial, en materia prima no-local de alta calidad, principalmente obsidianas, de las fuentes de Ona-Las Cuevas (65 km), Laguna Cavi (42 km) y Salar del Hombre Muerto (60 km) (Escola et al., 2015). Por otro lado, los instrumentos con menor inversión de trabajo se formatizaron sobre rocas de buena calidad disponibles localmente, particularmente vulcanitas y cuarcitas de diferentes coloraciones (Aschero et al., 2002-2004). Los desechos de talla indican la predominancia de tareas de formatización final y mantenimiento de filos (lascas de retoque, de reactivación y de adelgazamiento bifacial de estadios medios y/o avanzados, y escasez de núcleos). Algunos instrumentos registran características de sobrediseño (Bleed, 1986) y evidencias de reciclaje y extensión de la vida útil, lo que permite adscribir cierto dinamismo al conjunto (Spadoni, 2020).

El conjunto de restos faunísticos está dominado por Camelidae, con evidencias de procesamiento y consumo antrópico (Grant, 2014). Se observa un procesamiento completo de las carcasas, lo que apoya la interpretación del sitio como una base residencial (Escola et al., 2013b). El análisis osteométrico asignó una falange proximal a una variedad de camélido de gran tamaño, posible morfotipo transicional entre guanacos silvestres y llamas domesticadas (Mengoni Goñalons y Yacobaccio, 2006). Si bien es un dato aislado, indicaría la existencia de una modificación en las relaciones interespecíficas entre la gente y los camélidos (Grant, 2014), en el marco de un proceso de domesticación (Yacobaccio y Vilá, 2013).

El predominio de individuos juveniles apoya la hipótesis de una domesticación incipiente, ya que es coherente con las expectativas para los conjuntos de momentos transicionales entre la caza y el pastoreo, debido a un mayor sacrificio de machos subadultos para el mantenimiento de los rebaños (Olivera, 1992; Mengoni Goñalons y Yacobaccio, 2006). Una hipótesis alternativa, no contradictoria, apunta a un aumento de subadultos por intensificación de la caza (López y Restifo, 2012) que, en este caso, podría responder a las consecuencias de la domesticación. El registro arqueológico podría reflejar las dos estrategias: la primera en relación con la caza, y la segunda, con la domesticación.

Las evidencias de ASC remiten al momento transicional hacia la producción de alimentos (pastoreo de camélidos) y las modificaciones del habitar vinculadas. ASC podría haber funcionado como una base residencial dentro de un circuito logístico de movilidad reducida. La caza habría sido todavía una actividad estructurante de la subsistencia y de la construcción del paisaje (en relación con la localización y permanencia de las ocupaciones) pero con la incorporación de prácticas de manejo de los animales dentro de un marco de domesticidad creciente.

El paso a la producción de alimentos se interpretó como el eje vertebrador de un nuevo modo de vida, que se consolidó ca. 2100-2000 años AP. Para describir a las sociedades del primer milenio de la Era en la cuenca, Olivera (1992) propuso el modelo de sedentarismo dinámico, según el cual los grupos humanos utilizaron los diversos microambientes en forma integrada para disminuir el riesgo en un ambiente en mosaico e impredecible, mediante la ampliación de las fuentes de recursos y la articulación de estrategias variadas: pastoreo, agricultura, caza y recolección, etc. El paisaje se interpreta en términos de una mayor dimensión de la acción humana, en el cual las marcas del habitar se hacen más evidentes. En este modelo, la proliferación de sitios de habitación, corrales y estructuras agrícolas, entre otros, se vincula con un aumento demográfico, una mayor permanencia y/o recurrencia de ocupación en los mismos lugares y un incremento de la producción agrícola y pastoril. Las casas constituyen el elemento ineludible del paisaje y estructuran el manejo del espacio.

En Miriguaca, a partir de los 2000 años AP, aumentan y se diversifican las evidencias de ocupación, que incluyen una mayor variedad de arquitectura residencial y productiva.

En el curso inferior del río, el sitio Las Escondidas (LE) (Figura 1A) se compone de al menos seis estructuras de planta subcircular de grandes dimensiones (15 m de diámetro) y otras más pequeñas, dispersas en un área de 500 m.. Fueron ocupadas entre los 2000 y 1700 años AP (Figura 1B).

En el conjunto cerámico -fragmentario en su totalidad, proveniente de recolección superficial y de las excavaciones en las estructuras 4A y 5B- se identificaron al menos 74 piezas, cuyas características morfológicas y dimensiones definieron un equipo cerámico portátil y reducido, resultado de una producción doméstica a baja escala. Se observó una elección tecnológica recurrente en el acabado de las superficies: la aplicación de un engobe y su posterior pulido, lo cual luego de la cocción pudo resultar en superficies negras o rojas. Los análisis petrográficos de pastas sugieren que las materias primas estarían asociadas a uno o varios depósitos geológicos muy semejantes entre sí, pero incompatibles con la geología inmediatamente local de la quebrada (Gasparotti y Escola, 2020). Asimismo, los análisis de activación neutrónica instrumental sugieren que las materias primas de la mayor parte de las cerámicas con superficie negra o roja pulida provendrían de otro lugar (Gasparotti et al., 2022). En cuanto a las evidencias de uso, la presencia de ollas con marcas de desgaste, hollín o tizne solo en la estructura 5B permitió adscribir una funcionalidad doméstica a esta estructura.

Por su parte, la diversidad tipológica del conjunto instrumental tallado de la 4A habría permitido un amplio rango de tareas, pero el 65% de los filos corresponden a configuraciones discretas, vinculadas con modos de acción restringidos: burilantes, muescas, perforadores, gubias, entre otros (Sentinelli, 2020). Así, este conjunto no remitiría solo a actividades de procesamiento/consumo de alimentos, sino a acciones de producción de tecnofacturas: incisiones, raspados restringidos, perforaciones (Aschero, 1975; Hocsman y Aschero, 2015). Algunas características de los instrumentos (reciclaje, conformaciones pasivas para aumentar el confort en el uso, varios filos por pieza) indican un esfuerzo en prepararlos para actividades de larga duración o frecuente recurrencia. Estas temporalidades, más extensas que las esperables para las incursiones logísticas, quizás se vinculan con una dinámica de retorno programado a los sitios, similar a lo planteado por Somonte y Cohen (2007) y López Campeny (2009) para Punta de la Peña 9, en la vecina quebrada de Las Pitas.

LE habría sido un asentamiento de ocupación semipermanente o recurrente, donde se habrían desarrollado múltiples actividades –con una sectorización espacial–, que incluirían la residencia doméstica (5B) y la producción artesanal (4A). Es posible que el sitio haya reunido grupos provenientes de diferentes lugares de forma estacional, a juzgar por la diversidad de procedencias de materias primas para las producciones cerámica y lítica. De las 35 variedades de rocas (aluden a más de 20 fuentes diferentes) utilizadas para la talla de artefactos, la preferencia por las vulcanitas del fondo de cuenca y de la quebrada del Mojones (aunque existen fuentes más cercanas) podría indicar una vinculación estrecha entre las personas de LE y aquellos lugares. Asimismo, el engobe pulido rojo o negro de las piezas cerámicas y las características petrográficas y químicas permiten relacionar este conjunto con el recuperado en el sitio Casa Chávez Montículos (Olivera, 1992), en el fondo de cuenca, y con el de Tebenquiche Chico (Schuster, 2005), en el Salar de Antofalla.

Hacia el curso medio del río, sobre una terraza alta, se localiza el sitio El Aprendiz (Figura 1), compuesto por tres estructuras circulares de pirca, dispuestas entre el farallón de ignimbrita y el borde de la terraza. Cuatro fechados muestran la reocupación de este espacio en, al menos, tres momentos diferenciados (Figura 1B).

La ubicación de una de las estructuras (E1), cercana a la pendiente, permite tener una amplia visibilidad de este sector del río. Además, en esta estructura se hallaron fibras animales, correspondientes a dos vellones asignados a llama y un cordel de patrón vicuña. El cordel fue confeccionado en base a dos cabos y registra una selección de la materia prima de acuerdo con la cual se descartaron las fibras más gruesas prefiriendo las lanillas (Romano, 2011, citado en Escola, 2011). En la misma estructura, se recuperaron tallos asignados a Chenopodium aff. quinoa (Arias et al., 2014) y tres fragmentos de endocarpos de algarrobo, dos de los cuales se asignaron a Prosopis alba (Aguirre, 2012).

Estas evidencias de procesamiento de fibras animales y vegetales en un sitio conformado por unas pocas estructuras sencillas, reocupado, con escasos indicios de actividades domésticas, permite pensar que se trata de un lugar configurado por prácticas específicas en momentos puntuales, pero dentro de un marco de persistencia.

También en el curso medio, sobre una terraza baja, se localiza el sitio Corral Chico, ocupado hacia ca. 1800 años AP (Figura 1). Se compone de dos estructuras de grandes dimensiones (patios o corrales) y dos estructuras externas (Figura 2A). Dos bloques que componen la pirca externa registran motivos grabados (Figura 2C). Un patrón espiralado puede adscribirse a una maqueta (representación de un sistema de riego, sensuAschero et al., 2009; Martel y Escola, 2011). Otro bloque presenta dos motivos laberínticos de patrón irregular, junto con motivos de camélidos de cuatro patas y de sus pisadas, asociación frecuente en el arte rupestre agropastoril (Escola et al., 2013a).

La localización de estos bloques, al igual que otros a lo largo de la quebrada, puede interpretarse como una configuración espacial asociada al tránsito local. Estos espacios reúnen la mayor variabilidad de representaciones antropomorfas de la quebrada, y sus emplazamientos marcan la intención de que fueran percibidos por las personas que circulaban por el río, acompañando el caminar. Se localizan en la margen izquierda, donde están los sitios y la topografía facilita la circulación. Además, la orientación de los grabados –en su mayoría, dispuestos hacia el sureste– permite que sean vistos por quienes transitan desde el curso inferior hacia quebrada arriba. Así, la visibilidad de los motivos es una situación buscada en el momento de elegir el soporte donde emplazar los grabados, modo de hacer que comenzó en momentos transicionales y que se mantuvo hasta el Tardío, potenciado en momentos agropastoriles (Gamboa, 2018).

Croquis del sitio Corral Chico. A. Planialtimetría del sitio. B. Vista de las estructuras y vega del río. C. Detalle de una de las manifestaciones rupestres.
Figura 2
Croquis del sitio Corral Chico. A. Planialtimetría del sitio. B. Vista de las estructuras y vega del río. C. Detalle de una de las manifestaciones rupestres.

Uno de los espacios más complejos es el sitio Los Antiguos, cuya conformación cristaliza ocupaciones en reiteradas ocasiones desde el primer milenio hasta épocas actuales (Figura 1B). Se ubica sobre la segunda terraza del río y se compone de varias estructuras de diversa morfología (Figura 3A). Tres son históricas, con planta rectangular y techo a dos aguas, construidas enteramente de pirca, una de las cuales cumplió una funcionalidad religiosa. Otras pircas delimitan estructuras circulares de pequeñas dimensiones adosadas a bloques rocosos y también grandes espacios (patios o corrales).

Se destaca un enorme bloque de ignimbrita (de 20 m de longitud y 5 m de altura máxima), debajo del cual se acondicionó y habitó un espacio, de forma intermitente, hasta épocas recientes (Figura 3B). El hollín de paredes y techo atestigua su uso recurrente como locus de cocina, aprovechando este ámbito de reparo y privacidad. En un sector semicerrado cercano a este espacio, un sondeo estratigráfico (Figura 3C) arrojó una cronología de 1530 años AP (Figura 1B).

Sitio Los Antiguos. A. Planialtimetría del sitio. B. Vista del bloque rocoso que conforma un refugio en su interior (se observa el tizne en la entrada). C. Bloque bajo el cual se realizó el sondeo en donde se obtuvo el fechado. D. Vista general del sitio, en la cual se observa la estructura del oratorio.
Figura 3
Sitio Los Antiguos. A. Planialtimetría del sitio. B. Vista del bloque rocoso que conforma un refugio en su interior (se observa el tizne en la entrada). C. Bloque bajo el cual se realizó el sondeo en donde se obtuvo el fechado. D. Vista general del sitio, en la cual se observa la estructura del oratorio.

En superficie se recuperaron fragmentos de palas líticas, artefactos de molienda y variados instrumentos unifaciales y bifaciales, entre los que destacan puntas de proyectil pedunculadas, con aletas entrantes y limbo triangular, frecuentes en contextos agropastoriles (Escola, 1991). Asimismo, se observaron fragmentos de piezas cerámicas, asignables al primer y segundo milenio de la Era.

Este sitio presenta una rica variabilidad morfológica, temporal y técnica de manifestaciones rupestres, y es el único en Miriguaca que presenta pinturas además de grabados. Las pinturas se distribuyen en dos bloques. Uno de estos presenta un motivo escutiforme, ubicado temporalmente hacia el segundo milenio de la Era, realizado en pintura roja lineal, asociado con motivos antropomorfos grabados asignados al primer milenio de la Era. El otro bloque panel con pinturas presenta representaciones zoomorfas que, en términos generales, pueden ser adscritas a figuras de camélidos de la modalidad Peñas Chicas, asignados a momentos agropastoriles (Aschero, 2000; Martel, 2010).

Dentro de los grabados se destacaron motivos antropomorfos con adornos cefálicos radiados, de brazos extendidos horizontales y antebrazos verticales, rheidos u otras zancudas, cruces de contorno curvilíneo y camélidos de cuatro patas (Escola et al., 2013a). Un análisis comparativo del aspecto estilístico indicaría que en Los Antiguos habrían existido, al menos, tres momentos de ejecución vinculados a dos períodos distintos. Los grabados antropomorfos, las aves zancudas, cruciformes y las representaciones zoomorfas pintadas son vinculadas a las modalidades estilísticas Peñas Coloradas y Peñas Chicas (Aschero, 1999). Por su parte, el motivo escutiforme respondería al momento tardío de la ocupación de la quebrada, posterior a los 1000 años AP aproximadamente (Martel y Escola, 2011). También se registraron motivos antropomorfos grabados de cuerpo lineal con cabezas circulares no asignables a ninguna modalidad estilística establecida para la cuenca (Gamboa, 2018).

En Los Antiguos se evidencia la persistencia en el habitar este lugar, en donde se sedimentó un diálogo entre diversos modos de habitar en diferentes momentos, en las formas de las construcciones, los estilos de las manifestaciones rupestres y otros objetos. El sentido simbólico de este lugar posiblemente fue mutando en forma a lo largo de la historia pero, persistente, se mantiene hasta incluir la religiosidad cristiana de momentos subactuales.

Alrededor de los 1000 años AP acontecieron cambios en la construcción del paisaje, especialmente en el fondo de la cuenca. Los espacios de producción aumentan en escala, y la mayor parte de las personas se aglomeran en centros, como La Alumbrera, separados de los espacios de producción. Algunos investigadores vinculan estos procesos con una mayor concentración del poder alrededor de los 650 años AP, en relación con el control de grandes extensiones de cultivo y de los excedentes producidos, lo cual convirtió a La Alumbrera en un centro administrativo (Raffino y Cigliano, 1973; Olivera y Vigliani, 2000-2002; Elías, 2010; Salminci, 2010).

Complementariamente, otros investigadores postulan que grupos familiares asentados en las quebradas subsidiarias del río Punilla sostuvieron cierta autonomía y relaciones de tensión-negociación frente a los procesos del fondo de cuenca, al tiempo que continuaron con prácticas tradicionales (Martel y Aschero, 2007; Elías, 2010; Cohen, 2014).

En la quebrada de Miriguaca, las ocupaciones correspondientes a este momento muestran características diversas entre los cursos inferior, medio y alto del río.

En el sector denominado Las Juntas, donde el Miriguaca desemboca en el río Punilla (Figura 1A), se detectaron estructuras con una localización estratégica en cuanto al campo visual. Intercaladas en los espacios entre los afloramientos de rocas, las características arquitectónicas de estas estructuras remiten a diversos momentos. Hacia el noreste (Figura 4A), ubicadas en altura, se distinguieron tres concentraciones de estructuras circulares, algunas adosadas entre sí, que muestran un patrón frecuente en los sitios del primer milenio de la Era (Escola et al., 2015). Sin embargo, la escasez y características de los hallazgos en los sondeos exploratorios realizados en este sector no nos permiten avanzar aún en su adscripción cronológica ni funcional.

El sector que presenta mayor cantidad y grado de formalidad en las construcciones es el “sector bajo”, localizado hacia el suroeste del sitio, el cual correspondería a momentos posteriores a los 1000 años AP. Está conformado por estructuras rectangulares e irregulares, de similitudes arquitectónicas con el sitio La Alumbrera, en lo que hace a la técnica constructiva y visibilidad (Escola et al., 2015).

Abunda el material arqueológico en superficie. Se identificaron cerámica sin decoración y fragmentos adscribibles tanto al primer como al segundo milenio de la Era. Por su parte, entre las evidencias líticas destacan fragmentos de palas y/o azadas e instrumentos con configuraciones específicas de filos (denticulados, puntas entre muescas y artefactos burilantes). Hay proporciones considerables de rocas cuyas fuentes se localizan en otros sectores de la región, como los sectores intermedios de Las Pitas y la zona del fondo de cuenca, lo que lleva a considerar la relación de los habitantes de Las Juntas con estas zonas. También la cuarcita tiene una frecuencia significativa, lo que, junto con la proporción de denticulados, puede asimilarse a las tendencias registradas en ocupaciones posteriores a ca. 1000 años AP del fondo de cuenca (Elías, 2015; Elías y Escola, 2018). La variabilidad de las características arquitectónicas, cerámicas y líticas en Las Juntas conduce a plantear la existencia de ocupaciones diferentes en los dos sectores del sitio (Escola et al., 2015). La vinculación entre estos dos espacios (quizás diacrónica) es todavía un interrogante, que requiere profundizar en las lógicas constructivas y del habitar de cada sector.

Planialtimetría de la localidad Las Juntas. A. Planialtimetría del sitio. B. Sector alto. C y D. Sector bajo con vista hacia el fondo de cuenca.
Figura 4
Planialtimetría de la localidad Las Juntas. A. Planialtimetría del sitio. B. Sector alto. C y D. Sector bajo con vista hacia el fondo de cuenca.

En un sector protegido cercano a Las Juntas, sobre el Miriguaca, el sitio Abra Tony se conforma de tres estructuras circulares aisladas, de aproximadamente 3 m de diámetro. La cerámica fragmentaria de superficie puede asignarse al segundo milenio de la Era. Por su parte, dentro del material lítico predominan rocas disponibles en las inmediaciones del asentamiento y las del fondo de cuenca, con proporciones menores de recursos de otros sectores del área de estudio. Estas tendencias son similares a las registradas en sitios posteriores a ca. 1000 años AP del fondo de cuenca (Elías, 2015; Escola et al., 2015; Elías y Escola, 2018).

El curso inferior de la quebrada muestra una construcción histórica del paisaje compleja, con la configuración de espacios persistentes desde el primer milenio y la construcción de otros lugares en momentos posteriores, que se vinculan de forma variable a los procesos regionales.

En el curso medio, se encuentra el sitio Corral Alto (CA) (Figura 1A), sobre una terraza sobreelevada que conforma una cornisa, desde donde se cuenta con un amplio control visual. Cuatro fechados ubican la ocupación del sitio en el segundo milenio de la Era (Figura 1B). El acceso al sitio debió estar restringido, a causa de su escasa visibilidad desde la vega y la pendiente pronunciada que hay que superar para llegar hasta él. Un muro de pirca delimita un patio de grandes dimensiones, dividido internamente por recintos circulares. Hacia el NE, un extenso muro guía la circulación y obliga a transitar por un estrecho pasillo, hacia un conjunto de estructuras rectangulares (Escola et al., 2013a).

En el conjunto artefactual lítico analizado (proveniente de la E1 y el Patio) se identificaron 18 variedades de rocas, que incluyen cuarcita, cuarzo, vulcanitas y sílices. No se registra el predominio de ninguna de ellas, como sí ocurre con la cuarcita en sitios del fondo de cuenca –Bajo del Coypar II y La Alumbrera (Escola et al., 2006; Elías, 2010)–. La procedencia de estas materias primas plantea un acceso frecuente a bienes de diversos sectores de la cuenca, quizá vinculado con la persistencia de una movilidad pastoril significativa y la continuidad de prácticas anteriores entre los grupos tardíos, como proponen Martel y Aschero (2007). A esto se suma, también, el predominio de puntas de proyectil de limbo triangular con pedúnculo diferenciado, hombros y/o aletas, lo que remite a lo observado en contextos agropastoriles tempranos y en sitios posteriores a ca. 1000 años AP de otras quebradas (e.g., Las Pitas). Esto se distancia de asentamientos contemporáneos del fondo de cuenca (La Alumbrera y Bajo del Coypar II), en los que predominan las puntas de proyectil triangulares apedunculadas con aletas (Elías, 2010; Elías y Escola, 2018).

El conjunto cerámico recuperado de la excavación de la E1 y E2 y la recolección superficial es fragmentario, pero permitió identificar al menos 105 vasijas, con una gran variedad de formas. Dicho conjunto es de carácter doméstico, resultado de una producción de baja escala y no estandarizada. Entre las actividades inferidas se encontrarían el almacenaje, la cocción y el servicio de alimentos y líquidos. Solo en algunos casos se observó algún tipo de decoración, que remite a estilos como Belén, Santa María o Sanagasta. Los análisis petrográficos indican variabilidad en las materias primas utilizadas, aunque predominan ampliamente aquellas disponibles de modo local (Gasparotti, 2018). Estos datos también permiten establecer diferencias con la producción cerámica de sitios del fondo de cuenca (Pérez y Gasparotti, 2016) y acercaron las elecciones tecnológicas a las observadas en quebradas vecinas, especialmente a Peñas Coloradas 3 Cumbre, en la quebrada de Las Pitas (Puente, 2016).

Se registra un cambio hacia la preferencia, para la manufactura cerámica, por materias primas disponibles en las inmediaciones, lo que se vinculó con la reorganización del tiempo suscitada por la intensificación de las actividades agrícolas (Gasparotti, 2018), aunque no se habría perdido la importancia del pastoreo y la caza de camélidos (Grant y Escola, 2015).

En este sentido, el material arqueofaunístico de las estructuras E1 y E2 y parte del “patio” indica la existencia de diversas estrategias. Por un lado, la identificación de animales domesticados y el análisis de los perfiles anatómicos y etarios permiten sostener un manejo pastoril dirigido a la explotación integral del recurso Camelidae, focalizado en la obtención generalizada de distintos productos (carne, fibra, transporte). Por otra parte, una alta proporción de especímenes asignados a vicuñas indicaría la continuación de la importancia de la caza de animales silvestres en estos momentos. El análisis faunístico permite plantear la persistencia de un modo de producción doméstico o cooperativo, dirigido a la autosuficiencia mediante la diversificación de estrategias económicas, llevadas a cabo a pequeña escala (Grant, 2014; Grant y Escola, 2015). Dichas estrategias se diferencian de aquellas registradas en el fondo de cuenca, caracterizadas por una tendencia hacia la maximización en la obtención de productos mediante la explotación especializada de rebaños para obtener fibras y animales cargueros que, junto con el incremento de los productos obtenidos mediante la caza, podrían haberse convertido en elementos importantes para el intercambio y para facilitar la interacción social en un contexto caracterizado por contactos interregionales y elites emergentes (Grant y Escola, 2015).

Los datos de CA aportan a la hipótesis de una situación de diferenciación de las comunidades de las quebradas en relación con los procesos que se desarrollaron en el fondo de la cuenca durante el segundo milenio. Esto puede vincularse con un escenario de tensión a partir del surgimiento de sociedades corporativas (Martel y Aschero, 2007). Lo anterior estaría dado por la persistencia de prácticas y uso de recursos tradicionales en estos espacios, aunque con la incorporación de ciertos elementos novedosos (como en las prácticas de producción cerámica) y la localización de los asentamientos en zonas altas y protegidas visualmente.

En el curso alto del río, por encima de los 3800 msnm, se registraron dos ocupaciones posteriores a los 1000 años AP (Figura 1B). El sitio Puesto Dávalos (Figura 1A) comprende diversas estructuras de pirca (algunas con reutilización actual) y reparos bajo roca. A los 4150 msnm, en el sitio Cueva Grande (Figura 1A), se registró una estructura dentro de una cueva de gran tamaño (13,8 m de boca y 12 m de profundidad). Dentro de la cueva se recolectaron escasos materiales y se obtuvieron dos fechados absolutos que ubican una de sus ocupaciones hacia los 1000 años AP y otra en momentos subactuales (Figura 1B).

Para el segundo milenio, la configuración de espacios destinados a la producción agrícola toma mayor relevancia, y adquirieron mayor extensión, visibilidad y complejidad. El uso de tecnologías hidráulicas permitió superar las limitaciones topográficas y ambientales imperantes. Por ejemplo, las terrazas fluviales que encauzan el río Miriguaca desde los 1400 años AP generaron serias restricciones para la expansión de los sistemas agrícolas en las planicies del río pero, mediante diversas estrategias, los habitantes de la quebrada desarrollaron, al menos, cinco redes de irrigación.

En el sector inferior de la quebrada se registra la mayor cantidad de redes (Campos de Cultivo Río Miriguaca Sur), compuestas por canales y parcelas delimitadas por bordos, entre otros dispositivos. Las redes RM1, RM3, RM4 y RM5 se ubican en el piedemonte del Miriguaca, y RM2 se localiza en la desembocadura del río Miriguaca en el Punilla, sobre una terraza fluvial con muy poca elevación en relación con el río (Figura 5).

A. Redes de riego. Amarillo: RM1, verde: RM2, rojo: RM3, celeste: RM4 y azul: RM5. B. Vista canal de tierra cavado. C. Bordos erosionados de campos de cultivo. D. Ducto represa.
Figura 5
A. Redes de riego. Amarillo: RM1, verde: RM2, rojo: RM3, celeste: RM4 y azul: RM5. B. Vista canal de tierra cavado. C. Bordos erosionados de campos de cultivo. D. Ducto represa.

Las redes presentan diversas extensiones y complejidades. Comparando extensiones, RM2 es la menor en relación con las otras. Respecto de las complejidades, RM1 involucra una represa en su sector medio, que permitiría recuperar el caudal para extender las distancias del riego (Grana et al., 2019). Por su parte, RM3 presenta un diseño trasvase, que incluye la canalización del agua proveniente de las quebradas de Las Pitas y Miriguaca. Se interpreta que este tipo de canales intercuencas –poco frecuentes en la puna argentina pero registrados en otras regiones– incrementa el volumen de agua necesario para el riego (Osorio y Santoro, 1989; Albeck, 2011). Por último, el funcionamiento de RM4 y RM5, localizadas en el sector más alejado del río Miriguaca, dependía de la canalización de agua desde el río Las Pitas, e implicó la construcción de canales para atravesar la elevación de terreno que separa las dos cuencas (Figura 4). Las irregularidades del terreno y las características del sustrato motivaron que, en algunas partes de estos canales, el ducto fuera construido con muros laterales de hasta 1 m de elevación para controlar la circulación del agua, principalmente en los sectores de mayor pendiente.

Estas tecnologías hidráulicas evidencian el alto grado de conocimiento para el manejo de este recurso, y la resolución –mediante tecnologías sencillas y de baja escala– de los problemas que devienen de su transporte en pendientes variables, diferentes sustratos y distancias relativamente largas.

Las construcciones y usos de estas infraestructuras de riego, ciertas superposiciones y relaciones funcionales entre ellas permiten plantear algunas hipótesis sobre su cronología. RM4 y RM5 estarían vinculadas temporalmente, y presentan una relación funcional entre sí. Mientras tanto, RM1, RM2 y RM3, si bien son funcionalmente distintas, comparten algunos diseños semejantes entre sí y con otras redes registradas en la región con cronologías tardías (e.g., Bajo de Coypar II), lo que podría establecer alguna relación temporal en común.

REFLEXIONES FINALES

El paisaje que hoy observamos es la cristalización de distintos modos de habitar, que abarcan al menos 4000 años. Los sitios atestiguan los diálogos y negociaciones que mantuvieron distintas comunidades humanas entre sí, y con los animales, plantas, ríos, cerros, afloramientos y otros entes que también ocupaban lo que hoy llamamos quebrada de Miriguaca. Las diferentes formas de habitar entablaron relaciones sincrónicas y diacrónicas, a veces generando lugares persistentes del habitar (como El Aprendiz o Los Antiguos), articulando diversas funcionalidades y momentos en símiles elecciones arquitectónicas y de localización; otras veces, expresando discordancias en las formas de construir los paisajes (como sucede en Las Juntas).

ASC es un hito temprano en la construcción del paisaje de la quebrada, que atestigua el establecimiento de lugares de habitación de cierta permanencia, bajo condiciones de aridez dominante, y también da cuenta de que las comunidades locales fueron parte y se vincularon activamente con los procesos regionales de Transición a la Producción de Alimentos, principalmente en cuanto a la domesticación de camélidos, pero también en relación con los cambios tecnológicos y de movilidad. La zona de Las Juntas también se articuló a este paisaje temprano, posiblemente mediante prácticas cinegéticas, como evidencian los parapetos y artefactos líticos.

Luego de esta ocupación y hasta los 2100 años AP, no se han registrado, hasta el momento, sitios en Miriguaca. Sin embargo, esto no quiere decir que la quebrada haya estado deshabitada. Este mismo proceso acontece en otras quebradas, donde faltan evidencias de sitios residenciales, aunque sí se registran (principalmente en aleros) ocupaciones asociadas a actividades rituales (entierros y depósitos intencionales). Esto ha llevado a sostener la existencia de cambios en la conformación de los asentamientos para este momento, o bien procesos geomorfodinámicos que generaron problemas metodológicos para el hallazgo de sitios (Hocsman, 2006).

Como sucede en otros lugares de la cuenca, hacia comienzos del primer milenio, bajo mejores condiciones ambientales en relación con la disponibilidad de humedad, las marcas del habitar se hacen más numerosas y visibles en Miriguaca. Los sitios se multiplican en distintos sectores, incluso lejos de los reparos rocosos y las peñas de ignimbritas (Las Juntas, Las Escondidas, Corral Chico, El Aprendiz y Los Antiguos). Además, exhiben una creciente diversificación de actividades, que puede estar dirigida hacia la tendencia a la autosuficiencia de las familias que plantea el modelo de sedentarismo dinámico (Olivera, 1992), entre otros modelos arqueológicos y etnográficos para la puna. La visión desde la quebrada enriquece el panorama, porque, por un lado, corre al pastoreo de la centralidad económica que se le asignó tradicionalmente, al revalorizar el papel de otras prácticas, como el manejo de fibras vegetales y animales, la producción de artesanías, la continuidad de la caza y prácticas agrícolas a baja escala. Así, vemos un paisaje construido en torno de la diversidad de actividades cotidianas y simbólicas (asociadas con el arte rupestre). Además, las distintas evidencias fortalecen la posibilidad de que el paisaje de la quebrada pueda haberse concebido en relación con los otros sectores de la cuenca (como el fondo de cuenca, las otras quebradas subsidiarias, etc.), articulado como un territorio amplio, organizado en el intercambio y las relaciones sociales entre familias nucleares, eje tanto económico como social de la organización del espacio en estos momentos.

Hacia el segundo milenio de la Era se observa un notorio cambio en la escala de los espacios que son habitados, reflejado en un mayor tamaño, cantidad y aglomeración de las construcciones, mayor visibilidad y mayores extensiones en las escalas de producción agrícola. Es en este momento cuando, en la cuenca, se observa una mayor diferenciación entre el fondo y las quebradas subsidiarias. Se plantea que los espacios de las quebradas siguen sosteniendo y sosteniéndose en prácticas de relativa autonomía, de baja escala, al acoger una construcción familiar del modo de habitar y, por ende, del paisaje.

En este contexto, el sitio CA y su particular emplazamiento, en conjunto con las evidencias materiales, muestra una cierta autonomía o diferenciación con lo ocurrido en el sector bajo de la cuenca. También se observó una lógica de habitar el espacio en los sectores altos de la quebrada (Puesto Dávalos y El Aprendiz) que implica cuevas y reparos bajo roca, y la integración de bloques de piedra a las líneas de los muros, complementado por pirca, lo cual continúa una tradición local de construcción del paisaje y es muy diferente a la arquitectura que se establece en el fondo de cuenca, más imponente, artificializada, con bloques más homogéneos en tamaño, pircas rectas y recintos rectangulares.

Es posible que los habitantes del sector bajo de Las Juntas se hayan encontrado en diálogo más estrecho con lo que estaba sucediendo en el fondo de cuenca, específicamente en el sitio La Alumbrera (Elías, 2015). En el sector bajo del río Miriguaca, ciertas evidencias podrían indicar la existencia de pautas similares en la construcción de paisajes agrarios con los de fondo de cuenca. Por ejemplo, redes como RM1, RM2 y algunos sectores de RM3 comparten un diseño semejante al sector agrícola Bajo del Coypar (uso de bordos para delimitar parcelas de cultivo, riego al pie de una elevación rocosa) (Salminci, 2010). El poco material cerámico recuperado en superficie en la red de riego RM1 fue asignado estilísticamente a Belén, semejante al hallado en La Alumbrera (Pérez, 2013). A contrastar en trabajos futuros, en forma de hipótesis se pueden proponer marcadas vinculaciones entre estos espacios productivos con el fondo de cuenca.

Así, distintos espacios de la cuenca parecen tomar caminos divergentes hacia el segundo milenio. Lugares que antes podían considerarse parte de un mismo modo de construcción del paisaje, transitado y conectado por las relaciones de intercambio y movilidad –la quebrada de Miriguaca y el fondo de cuenca– se fragmentan y disponen en base a lógicas distintas, materializadas en el emplazamiento de los asentamientos, las características constructivas y materialidades diversas. Por un lado, los sitios La Alumbrera y Las Juntas, sobre el eje del Punilla, siguen una lógica de agregación poblacional separada de las áreas de cultivo extensas e intensivas y elecciones tecnológicas novedosas (estilos cerámicos, preponderancia de materias primas cuarcíticas locales, etc.), que evidencian un modo de configuración del paisaje mediante nuevas relaciones sociales con el espacio y con las otras comunidades de la cuenca. En las quebradas, estas comunidades sostienen otra lógica, de continuidad de las prácticas y modos de hacer y habitar tradicionales, y mantienen su organización social y económica a escala doméstica. En ese marco, podría plantearse que las vinculaciones interfamiliares entre las distintas quebradas continuaron sosteniendo estos modos de vida tradicionales, incluso hasta momentos muy recientes.

Al respecto, Martel y Aschero (2007) sostienen que en el fondo de cuenca se habría dado un proceso de demanda de fuerzas de trabajo y de recursos desde las elites, como parte de una administración corporativa de la sociedad, la economía y, por tanto, del paisaje. En las quebradas, se mantendría una organización cooperativa inter e intrafamiliar del tipo de producción, el trabajo, las relaciones sociales y, asimismo, del paisaje. Ahora bien, considerando los modos del habitar que han sido descritos en la región (por, entre otros, Olivera, 1992; Martel y Aschero, 2007; Somonte y Cohen, 2007; Escola et al., 2014), en los que se enfatiza la reocupación sucesiva de espacios y la movilidad como elemento constitutivo del habitar, es posible pensar que estas distinciones pueden vincularse con identidades sociales diferentes en tensión (Martel y Aschero, 2007), o bien con una lógica social en la que se articulan y negocian dos modos distintos de construcción de los espacios que configuran el paisaje local durante el segundo milenio de la Era.

En los últimos siglos, nuevos cambios estructuran los modos del habitar. En ese marco, se evidencian nuevamente algunas continuidades y sincretismos (e.g., Los Antiguos), que pueden remitir a esta lógica de persistencia reproducida en la quebrada desde momentos muy tempranos.

Agradecimientos

Dedicado a la memoria de Patricia Escola. Continuamos tu legado en la quebrada que tanto amabas.

Estos trabajos han sido financiados por los siguientes proyectos: SECYT-UNCA 02/L272, PICT-2016-0752, PIO 2015 15920150100089CO, PICT-PRH 2012-00007, PICT 2020-00703 y PIDI-UNCA 02/M293. Agradecemos el recibimiento, acompañamiento y confianza de las familias de Miriguaca y de todo Antofagasta de la Sierra para con nuestro trabajo. A los colegas y estudiantes que colaboraron con los trabajos de campo a lo largo de todos estos años.

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Notas

[i] Todas las dataciones radiocarbónicas han sido calibradas con el software Oxcal 4.4, utilizando la curva SHCal13 del hemisferio Sur (Hogg et al., 2013). Las dataciones publicadas provienen de Elías (2010), Gasparotti y Escola (2012), Escola et al. (2013a, 2013b, 2015), Pérez y Gasparotti (2016), Gasparotti y Escola (2020). Los fechados no publicados son: ASC01: 3708 ± 38 óseo (AA93997) Reparo bajo roca Cuadrícula B1 nivel 2 (Grant, comunicación personal); LAN:1650 ± 80 (LP-3210) Carbón- Sondeo Nivel 3; CCHI: 1910 ± 60 (LP-3197) Carbón, nivel 2; PD01 1070 ± 70(LP-2911) Carbón Nivel 2; PD02: 840 ± 60 (LP-2913) Carbón Nivel 3; CGM02: 230 ± 40 (LP-2918) Madera Nivel. 6; CGM03: 1180 ± 50 (LP-1576) Carbón Sondeo 1 Nivel 3 (Martínez, comunicación personal). CGM02: 230 ± 40 (LP-2918) Madera Sondeo 2 Nivel 6.
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